Fue entrar en ese hospital y venirme los recuerdos de mi segunda heroína, en ese momento todos los miedos desaparecieron, el dolor se convirtió en fuerza, fuerza para luchar, para no quejarme, fuerza para sonreír, pues ella me había enseñado que se podía y sobre todo, a cómo hacerlo.
Sus recuerdos me llevaron a 3 años antes; el tiempo, El ritmo de mi vida y mis gafas opacas me habían hecho olvidar esa cena.
Era un triste mes de octubre, asistí a una cena de cierre de unas jornadas derecho, es lícito reconocer que iba sin ganas, no conocía a nadie y me resultaba un esfuerzo enorme el relacionarme, pero allí estaba, sentado en una esquina de la mesa escuchaba a unos y a otros muy atentamente, en un momento uno de ellos inició una historia sobre su empresa, él era el director del departamento jurídico y casualmente yo había trabajado en un despacho que llevaba asuntos de este y encontré el momento de iniciar un diálogo.
Le pregunté sí conocía a mi despacho, me sonrío y me afirmó contundentemente, cómo habían pasado años me preguntó sí recordaba algunos de los trabajadores y en un momento dado me dijo:
– bueno, entonces ¿conocerías a mi hermana ?
Le pregunté ¿Quién es tu hermana ? y él me dijo clavándome su mirada, Maite.
Su mirada me traspasó mucho más de lo que yo podía esperar, baje la mirada y al subirla mire, creo que hasta me emocione, no dije nada, el de una manera ágil me espetó :
-veo que sí que la conocías.
Allí se quedó la conversación, un poquito más tarde, en el café se acercó, se sentó a mi lado y le conte…
Por esas casualidades de la vida mi hermana había cuidado de ella, como enfermera de paliativos del hospital, le dije que lo sabía porque en conversaciones entre nuestras hermanas había preguntado sí me conocía, no sé si por ser de dónde soy o por ser abogado pero lo cierto es que se dió una maravillosa coincidencia, él recordaba a mi hermana, le dije que había ido a verla al hospital un día, aprovechando una corta estancia Madrid pero que justo en ese momento no estaba en la habitación pues lo estaban realizando algún tipo de prueba.
El cáncer no tardó en llevársela, pero está historia no habla de la lucha de una mujer contra el cáncer, no, cuenta algo todavía más duro, pero más sorprendente.
La conocí sonriente, su voz particular no era precisamente discreta, reía y hablaba con alegría pero su vida estaba marcada por un accidente de tráfico donde perdió la movilidad de sus dos piernas.
Todos los días llenaba el despacho con su alegría, llegaba en muletas, sonriendo, algunos días canturreando, iba en muletas porque no se quería rendir a una silla de ruedas, se sentía afortunada pues después del accidente, después de Toledo, había iniciado una nueva vida, había sido madre, se había casado con su pareja y estaba ejerciendo como abogada.
Nunca la escuché quejarse de su discapacidad, nunca la ví reprochar nada sobre su accidente, sus consecuencias, nunca actuó con victimismo sino con agradecimiento pues sus logros tanto los pequeños como los grandes le hacían sentirse enormemente orgullosa de cada paso que daba y a pesar de lo mucho que había sufrido, sabía que no podía perder el tiempo en ello, sino que tenía que disfrutar de lo que tenía, que ella consideraba que era todo, pues solo escuchar hablar de su familia uno se daba cuenta de lo enormemente orgullosa que estaba de ella.
El hecho de ir a trabajar haciendo un esfuerzo sobrehumano cada día, te hacía mirarla con un respeto y una admiración insuperable.
Ese día en el hospital me acordé de ella, de la cena y de la leyenda del hilo rojo.
Ella sería mí inspiración, por lo que me enseño.
La conversación de la cena, mi despedida pues, conversar con él fue como hablar con ella.
Finalmente, pude constatar en mí, que las historias ocurren por algo y que el hilo que las une, provoca que antes o después, se unan formando una única.
Solo tenemos que estar atentos para verlas, escucharlas y poderlas unir.
Hdlc
Pd. Dedicado a todas esas mujeres maravillosas que llenan nuestras vidas.
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