CAPÍTULO PRIMERO .- EL GRAN MUNDIAL
Durante años nos hemos juntados para ver los partidos de la selección, siempre nos habíamos llevado grandes decepciones, el puñetazo de Tassotti, el penalti fallado de Raúl, aquella tanda de penaltis ante Bélgica, el gol anulado por un árbitro que nadie quiere recordar.
Siempre los resultados negativos nos unían, recuerdo cuando llegaron a España del mundial de México los jugadores de la selección y solo se coreaba “Señor, amigo España está contigo”, Señor había fallado el penalti más importante y solo nos preocupaba apoyarlo, esos valores me emocionaban, la decepción nos hacía sentirnos más unidos, más fuertes, perder nos agrandaba las ganas de luchar, si fallaba uno, el equipo y todos los españoles, le apoyaba.
Ese domingo de julio del 2010 todos éramos felices, ya estábamos allí, era un sueño que desde pequeños habíamos tenido, ese minuto 116 fue en el momento en el que más españoles han sido felices a la vez, es en el momento en que más se ha gritado, votado, reído, llorado y abrazado; en esos dos minutos de euforia desmedida ocurrió todo eso y mucho más….. pero no, mi primer héroe no es Iniesta, mi héroe no es la persona que marcó el gol, ni la selección, ni Don Vicente.
España estaba bañada de rojo, la gente cantaba, iban en oleadas por las calles, yo, al día siguiente tenía una de una vista judicial, el lunes, sí pero ….bueno, no podía perderme el fervor de la celebración, no podía irme sin pasar por la Castellana, sin ver el jolgorio de la gente pitando, ondeando la bandera de España, gritando… esa explosión de felicidad era increíble.
Cogí mi Vespa, me puse el casco y para allí que me fui, emocionado iba adelantando a los coches, lentamente, no podía correr aquello parecía un hormiguero lleno de alegría, en un momento dado recibí un pequeño golpe en la moto, nada relevante pero deslice y caí.
Recibí un fuerte golpe en la cabeza, la moto me atrapó el brazo y la pierna derecha, no me dió tiempo a reaccionar, me ahogaba, la correa que sujetaba el casco no me dejaba respirar, no me lo podía creer, qué tontería, qué indefensión, de repente empecé a escuchar personas a mi alrededor gritando, dando órdenes, miles de ellas “no le quites el casco” “ no le toquéis” y yo me ahogaba a cámara lenta, me ahogaba, no respiraba, pero escuchaba más órdenes.
“LLama a una ambulancia ” resonó una orden seria, contundente y plena de autoridad, en ese momento se acercó mi primera heroína, su voz dulce transmitía el nerviosismo de la situación pero al mismo tiempo daba órdenes con cautela, yo me ahogaba apenas podía respirar, sea enfada y dice ante la multitud de expertos que referían medidas a su alrededor….“ya sé que tengo que hacer, cojones” “un cuchillo o unas tijeras algo de corte “ espetó”, yo estaba inmóvil, no sé cómo me habían quitado la moto de encima, perdí el conocimiento y se apago todo.
Me desperté en una ambulancia, no te muevas me informó un médico del Samur, me explicó donde estaba y que íbamos camino del hospital , que aparentemente tenía lesiones en el hombro y en la pierna, que se me había aparecido un Ángel pues había estado en parada respiratoria unos minutos, pero que gracias a Dios había topado con una enfermera que me había traído otra vez al camino de la vida …. que me había mantenido en ella y que les había dado todas las instrucciones necesarias para que llegase en correcto estado al hospital.
Sentí que el cuello me ardía, el médico me dijo – “bueno no había nada con lo que cortar las correas del casco y las quemado con un mechero… y a usted un poquito” sonreí, quizás la marca de la que más orgulloso estaré siempre, el verla recuerda que ese 11 de julio España ganó su primer mundial y yo gané otra vida gracias a que me encontré con uno de mis héroes silenciosos, desconocidos y al que nunca podré dar las gracias.
En los días sucesivos investigué si alguien había preguntado por mí, me pesaba enormemente no poder agradecerlo, sé que ella posiblemente estaba habituada a salvar vidas todos los días, pero mi vida era una vida, algo increíble y aún hoy en día, cada vez que tengo que ir al hospital, sueño con su voz para poder acercarme a ella y poder decirle – estoy en este mundo gracias a ti .
Mientras eso no pase, cada vez que me acuerdo, cada vez que me encuentro con una enfermera la veo a ella y entiendo que no solo es una, son todas ellas y tienen su disfraz, se los ponen a diario, hay días que pueden ayudar más, otros no, otras veces sin su uniforme, pero las vidas de muchos otros están en sus manos y siempre dan lo que pueden por salvarlos, esa es su vocación.
Cuando uno lleva años trabajando piensa que es difícil encontrar una profesión más dura que la de abogado, en ese momento me tocó la marca de la quemadura, me acuerdo de mis héroes, de sus logros, y pienso que todavía me queda mucho por hacer para ser uno de ellos.
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